VcM y el desafío sostenible: ¿Por qué la extensión ya no basta?
En Chile, la sostenibilidad dejó de ser una aspiración y pasó a ser un componente exigible del quehacer institucional. Desde la Ley 21.091 y los Criterios de Acreditación de la CNA, las universidades están llamadas a demostrar que no solo educan, producen y difunden conocimiento, sino que también contribuyen activamente al bienestar y desarrollo del territorio. En ese escenario, la Vinculación con el Medio (VcM) se consolida como la tercera misión universitaria y como la expresión más íntegra del compromiso con la sostenibilidad.
Por Christian Valdés Cornejo
Socio Profesional RCS
Dentro de este marco, es importante reconocer que la palabra extensión pertenece en buena medida al orden universitario previo a la instalación formal de la VcM. En su origen, la extensión aludía a la difusión cultural, la divulgación científica y la apertura de la universidad hacia actividades puntuales dirigidas a la comunidad. Sin embargo, la VcM (mucho más estructurada, evaluable y alineada con el aseguramiento de la calidad) terminó por ampliar, integrar y superar ese enfoque.
VcM y el desafío sostenible
Hoy, la extensión es parte del cuerpo mayor de la VcM, subsumida en un modelo que articula bidireccionalidad, pertinencia, contribución formativa, impacto territorial y sostenibilidad. No desaparece, pero deja de ser un ámbito independiente: se vuelve una expresión concreta dentro de un sistema más amplio que da sentido, estructura y propósito a la relación universidad-territorio.
La normativa chilena es clara: la CNA exige que las instituciones cuenten con políticas, modelos y mecanismos sistemáticos de VcM capaces de demostrar contribuciones reales en los ámbitos social, ambiental y económico. Este triple impacto (base de la sostenibilidad) no se genera exclusivamente desde la gestión interna del campus ni desde asignaturas teóricas; se manifiesta principalmente en la interacción con el entorno. La VcM es, por definición, la estrategia que permite a las instituciones dialogar, co-construir y transformar su territorio en coherencia con su misión.
Los ejes de la VcM

Socio Profesional RCS
Director de VcM UNACH
El primer eje que evidencia esta centralidad es la capacidad de la VcM para articular el conocimiento académico con los desafíos territoriales. Los Criterios de Evaluación de la CNA exigen evidencia del aporte institucional al territorio y al proceso formativo, lo que impulsa a las universidades a desarrollar proyectos que respondan a necesidades ambientales, sociales y productivas.
En esa articulación, la sostenibilidad encuentra una manifestación concreta: iniciativas como economía circular, educación ambiental comunitaria, transición energética, innovación social o apoyo a gobiernos locales (entre otras) muestran cómo la VcM puede generar contribuciones coherentes con el enfoque promovido por la Red Campus Sustentable. En este marco, el RESIES (Reporte y Evaluación de la Sustentabilidad en Instituciones de Educación Superior) funciona como el instrumento estándar que permite medir, ordenar y comparar esos avances, otorgando trazabilidad a los esfuerzos de sostenibilidad dentro de las instituciones de educación superior.
Gobernanza colaborativa
Un segundo eje clave es la gobernanza colaborativa. Ninguna institución puede avanzar sola en sostenibilidad, y la Ley 21.091 establece que la relación con el entorno debe ser estable, permanente y pertinente, promoviendo la interacción con municipios, organizaciones sociales, comunidades educativas y actores productivos.
El hecho de que la VcM esté reconocida en la normativa como función esencial obliga a las instituciones (incluso a aquellas donde la sostenibilidad aún no es un foco prioritario) a incorporarla dentro de su planificación estratégica. Esto ocurre porque la VcM integra naturalmente el amplio abanico de desafíos de sostenibilidad, desde lo social hasta lo ambiental y económico. En este marco, la extensión sigue siendo un instrumento valioso para abrir puertas y difundir conocimiento, pero es la VcM la que organiza, articula y da coherencia a esa interacción, integrando academia, investigación, cultura, territorio y desarrollo local dentro de un mismo marco estratégico.
La formación
El tercer eje es formativo. La CNA demanda que la VcM aporte de manera verificable al proceso educativo, lo que impulsa a las instituciones a incorporar experiencias territoriales en el aprendizaje. La sostenibilidad se enseña, y se aprende, cuando los estudiantes participan en proyectos comunitarios, aplican conocimientos a problemas reales y desarrollan una conciencia ética vinculada a su futuro profesional.
En este escenario, la extensión aporta un componente de apertura cultural y social, pero es el modelo completo de VcM el que asegura que estas experiencias sean planificadas, evaluadas y coherentes con el perfil de egreso. Así, la sostenibilidad deja de ser un contenido aislado y se convierte en una práctica formativa situada en el territorio.
El compromiso de la VcM
Desde esta perspectiva, la VcM no es un listado de actividades ni un conjunto de esfuerzos aislados. Es una estructura institucional que permite a las universidades encarnar la sostenibilidad como principio y práctica. La extensión forma parte de ese sistema, pero la VcM es el concepto mayor que articula, ordena y da sentido al trabajo territorial con enfoque de triple impacto.
Por eso la tercera misión no puede reducirse a acciones de difusión: es un compromiso profundo con el desarrollo sostenible del entorno y con la coherencia entre lo que la institución declara y lo que efectivamente transforma.
Chile avanza hacia un sistema donde las instituciones deben demostrar consistencia entre su misión, su gestión ambiental, su docencia y su relacionamiento territorial. En ese camino, la VcM destaca como la expresión universitaria más fiel del enfoque de sostenibilidad, justamente porque actúa en los espacios donde esta se juega de verdad: en la calidad de vida de las comunidades, en el fortalecimiento de capacidades locales, en la transición ecológica y en la formación de profesionales conscientes de su rol social.
La sostenibilidad se vuelve tangible cuando la universidad sale al territorio, dialoga y construye con otros. La VcM, en su amplitud y profundidad, es hoy la herramienta más decisiva para lograrlo. Reconocerlo no solo es un acto de coherencia institucional, sino una condición para que la educación superior contribuya a un país más resiliente y más justo. La tercera misión no es un requisito: es el camino ineludible hacia la sustentabilidad real.